Jue. Mar 28th, 2024

– por Peter Rollins – Deja un Comentario

El personaje de Dostoievski, Ivan Karamazov, afirmó una vez: “Si Dios no existe, entonces todo está permitido”. Esta famosa línea captura la sabiduría común acerca de que la muerte de una autoridad suprema permite a las personas vivir de una manera más libre. Sin una soberana autoridad externa ofreciendo prohibiciones, la gente puede deshacerse de sus ataduras y construir su propia realidad.

Entonces, al principio podría parecer sorprendente que Lacan diera su propia versión de este dicho enseñando que la muerte de Dios puede significar en realidad que nada está permitido. En esta afirmación no sólo cuestiona la idea de que la pérdida de una Soberana fuente externa significa libertad, sino que también apunta a una línea de la Biblia donde Pablo afirma: “Para mí todas las cosas están permitidas, pero no todas las cosas me son útiles”.

Lacan no sólo dice que la muerte de Dios no libera a la sociedad de ciertas prohibiciones, va más allá al decir que la muerte de Dios puede dar lugar a un tipo de prohibición aún más opresiva.

Para entender lo que esto podría significar, debemos comenzar describiendo brevemente un mito evolutivo que Freud creó para dar sentido a algunos de sus hallazgos en la clínica. La historia implicaba remontarse a los inicios de la civilización e imaginar cómo la sociedad humana tomó forma. En Moisés y el monoteísmo escribió acerca de cómo los seres humanos vivían juntos en un montón primordial ligado a través del liderazgo de la figura de un padre/maestro. Este poderoso maestro creaba y aplicaba varias leyes que todo el mundo necesitaba obedecer; las leyes funcionaban para propio beneficio del maestro y para asegurar su poder.

Este maestro controlaba todas las relaciones sexuales de la horda primordial, asegurando la satisfacción de sus propios deseos a expensas de otros.

Freud se dedicó a escribir acerca de cómo la comunidad conspiró junta para matar al padre. Ellos planearon este acto de rebelión a fin de liberarse de la tiranía del padre y disfrutar de relaciones sexuales abiertas.

Tuvieron éxito en matar al maestro, pero el sorprendente resultado no fue más libertad. En cambio, la comunidad experimentó sentimientos de culpa por el asesinato y se puso a conmemorar al maestro muerto. Al hacer esto, la comunidad interiorizó las prohibiciones que una vez fueran externamente impuestas. En lugar de convertirse en una comunidad más libre y sexualmente liberada, terminaron convirtiéndose en sus propios opresores, estableciendo normas para regular sus acciones.

El punto de la historia era dar sentido a una escena común en la clínica psicoanalítica, a saber, el neurótico que no se libera de las estrictas prohibiciones de sus padres cuando los padres mueren, sino que continúa experimentando esas prohibiciones cuando los padres no están a la vista. Lo que se evidencia es que el individuo ha interiorizado las demandas, haciéndolas parte de su vida subjetiva. Ya no es el padre real quien los juzga, ellos se juzgan a sí mismos desde la perspectiva del padre fallecido. Así pues, la prohibición persiste como una sombra en la pared interior de la persona.

Para ilustrar la diferencia entre estos, Žižek contrastó dos tipos de padres. El primero le dice a su hijo protestón que tienen que ir a ver a su abuela. El renuente niño experimenta esto como una demanda externa que se impone con el fin de limitar su libertad.

Pero luego está el “iluminado” padre liberal que, en vez de hacer una demanda opresiva sobre el niño para que este visite a la abuela, intenta producir culpa en el niño para que vaya,

“Abuelita te ama, realmente deberías ir. Tú no quieres ser egoísta, ¿verdad?”.

En este segundo caso, el niño no sólo tiene que ir a ver a su abuela, sino que en realidad internaliza la demanda y la hace suya. En el primero, el niño puede mantener un sentido de protesta interior luchando contra la figura de autoridad, pero en este último, se convierte en su propio opresor. Tiene que ir, y le tiene que gustar.

Curiosamente, este último puede ser más opresivo que el primero, porque no hay ningún lugar adonde se pueda escapar de la mirada de los padres. En el primer caso, se puede transgredir cuando el padre no está mirando, mientras que en el segundo la mirada siempre está presente como el famoso Panóptico de Bentham. De hecho, Žižek incluso ha sacado una lectura teológica interesante del mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Aquí muestra cómo esto puede leerse como Dios diciendo: “Ustedes pueden tener dioses, pero sean discretos, no lo hagan donde los pueda ver”. Esto es análogo a la relación en la que una pareja dice: “podemos tener aventuras, simplemente no hablemos de ello”. En otras palabras, la autoridad externa siempre permite un mínimo espacio de maniobra transgresora.

Esta es la razón por la que Žižek señala que el primer acto de la actualidad revolucionaria es coartarse a uno mismo, porque nos hemos convertido en participantes voluntarios en nuestros propios sistemas opresivos. Sistemas que son aún más penetrantes ahora que la sociedad secular se enorgullece de ser libre de una soberanía divina.

No somos forzados a encontrar significado en el consumismo, por ejemplo, hemos interiorizado ese mensaje nosotros mismos. No podemos ver alguna autoridad externa que deba ser superada. Esa autoridad mora adentro nuestro, incluso cuando la experimentamos jalándonos (por ejemplo, cuando experimentamos la opresión de nuestro propio deseo de adquirir los productos).

Para Lacan, la muerte de una autoridad soberana no conduce a la libertad, la ley que se impone externamente se interioriza de manera que se vuelve aún más opresiva (a un nivel más básico esto puede ser descrito como algo que marca la propia creación de nuestro ego, pero no vamos a entrar en eso aquí).

Esto puede ayudarnos a entender por qué los Teólogos Radicales son escépticos del humanismo secular moderno. Porque la libertad afirmada por los humanistas a menudo, puede verse como algo más que libertad.

Puede que uno ya no crea en un ojo que todo lo ve, por ejemplo, pero podríamos no tener ningún problema abrazando la proliferación de la tecnología de vigilancia. Nuestra sociedad puede aceptar tácitamente una policía militarizada, agencias gubernamentales clandestinas, prisiones secretas, etc., aun cuando proporcionan los mismos límites que alguna vez estableció la religión. La autoridad divina externa ha sido reemplazada con una soberanía que es estructuralmente la misma, pero que ha sido internalizada en el inconsciente de la sociedad. No sólo que estamos obligados a vivir en ella, se nos anima a disfrutarla, a defenderla y a sentirla constantemente. Se nos pide aceptar nuestra opresión.

En términos analíticos, un individuo neurótico no necesita simplemente abrazar la muerte de los padres con el fin de liberarse de un régimen potencialmente opresivo, necesita liberarse de la ley de los padres, ya que se ha integrado a su subjetividad.

La compleja medida que se tiene que realizar aquí es que los internalizados padres fallecidos se den cuenta de que están muertos. Lo que esto significa es que nuestro propio sistema subjetivo de prohibiciones tiene que enfrentarse a su propia inexistencia.

Una persona fácilmente podría decir algo como: “Mi padre desaprobaba mi X acción, pero ahora él está muerto y no puede juzgarme” sin dejar de encontrarse a sí mismo sintiendo una profunda culpa al hacer X. La estructura interna necesita experimentar la propia muerte. Algo que Lacan denomina como el momento en el que nos enfrentamos a la inexistencia del Gran Otro.

Esta es la razón por la que gente como Žižek sigue interesada en el cristianismo, en su lectura radical, ven algo mucho más impactante que la proclamación secular de la inexistencia de Dios. En vez de eso, ven al movimiento cristiano fundamental participando tanto en la internalización de la muerte de Dios (la crucifixión como experiencia subjetiva), junto a la experiencia de este Dios interno descubriendo su propia impotencia (“¿Por qué me has abandonado?”).

Esta teológica terapia de choque corresponde a lo que podríamos llamar la cura psicoanalítica. En la curación, el individuo no sólo llega intelectualmente a un acuerdo con la muerte de la autoridad externa, sino que se libera de la forma interiorizada de esa autoridad (el súper-ego) a través de experimentar que la autoridad confronte su impotencia. Esto abre una forma diferente de vivir que se podría describir como un amor que cumple/suprime la ley (la vida de resurrección en términos teológicos).

El individuo que se ha liberado de la soberanía (tanto en su sagrada forma sustancial como en su sombría forma secular), es capaz de vivir una vida de amor en la que sus actos surgen de una experiencia de alegría en lugar de una coerción interna.

Desde esta perspectiva se podría decir que las formas tradicionales de religión funcionan como un tipo de estructura de prohibitiva autoridad externa, mientras que la sociedad moderna tiende a exhibir una estructura de prohibitiva autoridad interna. En contraste con ambas, las comunidades radicales (como ikon y ikonNYC) son intentos de deconstruir la soberanía en sus formas tanto externas como internas para que un tipo diferente de vida pueda emerger. Algo que se captura maravillosamente en el dicho: “Había una vez un inglés tan valiente, no sólo que no creía en fantasmas, ni siquiera tenía miedo de ellos”.

Todavía se puede hablar de un tipo de soberanía en este tercer espacio, pero funciona de una manera muy diferente. Para entender esto necesitamos pensar acerca de los padres de un niño recién nacido. Los padres podrían decir: “nuestro hijo es la persona más bella del mundo”. Sin embargo, no dicen esto de alguna manera objetiva. Es una verdad que afirman sabiendo que es una verdad contada desde su punto de vista subjetivo, una verdad sin fundamento objetivo. Es por esto que no dicen: “nuestro hijo se ve como el promedio”. Porque, de nuevo, esto sería un intento de objetividad. Los padres se ven envueltos de amor por el niño y sacrificarían mucho por el niño. Pero el sacrificio no se siente como una exigencia opresiva. Se afirma alegremente y deriva de su amor. Es el tipo de alegre compromiso con el mundo que surge del amor que se abre en la muerte de la soberanía tanto en su forma sagrada como secular.

Fuente original:

http://peterrollins.net/2014/12/if-god-is-dead-nothing-is-permissible-some-thoughts-on-secularism/