Jue. Dic 26th, 2024

La prolongación de la Boyacá / Voy y vuelvo

Si no fuera por el desafecto que de tiempo atrás se profesan la hoy ministra de Medio Ambiente, Susana Muhamad, y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, uno diría que el debate por la extensión de la avenida Boyacá, entre calles 183 y 235, que incluye intervenir un par de tramos de la reserva Thomas Van Der Hammen, es sensato. Pero no lo es. Viejas pugnas políticas y el hecho de estar hoy en orillas de poder distintas, enrarecen cualquier discusión sobre una obra clave para los bogotanos y la región.

Nuevo humedal en Bogotá

Luego de una larga búsqueda, encuentran el humedal “El Conejito” en la reserva Thomas Van der Hammen

Foto: 

CAR Cundinamarca

De corredores viales en esta franja se ha hablado hace décadas. Con el pasar de los años, sucesivas administraciones hicieron de la causa ambiental una de sus banderas y el tema adquirió, para bien de la ciudad y del debate público, una relevancia inusitada. Hay más conciencia sobre la necesidad de proteger los recursos naturales.

Pero como suele suceder con estas causas, el asunto se politizó, se ideologizó y los argumentos pasaron a un segundo plano. O eso es lo que dicen algunos detractores. Veinte años después de haber sido alcalde, Enrique Peñalosa volvió a sugerir la construcción de vías en la reserva, adoptando mecanismo que ayudaran a su protección y conservando su razón de ser: receptora de los afluentes que provienen de los cerros orientales y derivan en el río Bogotá. No obstante, durante esas dos décadas, opositores a su primer gobierno y a sus intenciones, se encargaron de que el tema no prosperara.

En medio de las discusiones, la reserva ha permanecido como hasta hoy: con alrededor de mil predios en su suelo, con más de 800 hectáreas dedicadas a la agricultura, centros deportivos y educativos; zonas residenciales e industriales, cementerios, parqueaderos y otros.

La franja de conexión, restauración y protección que estipuló el señor Van Der Hammen y la categoría de área forestal protectora para la reserva, jamás se cumplió. Y eso que había una orden en ese sentido del Ministerio de Ambiente a la CAR. Pero ni por esas. La corporación tardó más de diez años en resolver el tema y al final terminó declarando una franja de 1.395 hectáreas como ‘Reserva forestal regional productora del norte de Bogotá’.

Reserva Thomas Van der Hammen

Recorrido de la alcaldesa por la Reserva Thomas Van der Hammen.

Foto: 

Alcaldía de Bogotá

Excepto jornadas pedagógicas, siembra de árboles y verborréa ambientalista, lo cierto es que poco ha cambiado. Alcaldes, ecologistas, urbanistas y demás, coinciden en una sola cosa: en que la reserva es importante. Pero hasta ahí.

Ahora vuelve la discusión porque la alcaldesa ha pedido a la CAR autorización para sustraer 20 hectáreas de las 1.395 que componen la reserva y prolongar la avenida Boyacá, lo cual ayudaría a desembotellar el norte de la ciudad. Y ahí fue troya. Presidente y Ministra rechazaron la propuesta y la alcaldesa reiteró que esta es otra actitud hostil del Gobierno hacia Bogotá.

Si no existiera de por medio esa constante intromisión del Ejecutivo en los asuntos de Bogotá, a veces sin consultar a la ciudad, ni los antecedentes de la puja política entre las partes, esta discusión podría darse de mejor manera. Y en esto prefiero la línea de los ambientalistas sensatos que dicen que hay que dar un debate con rigor y sin apasionamientos.

Reconociendo verdades de a puño como el papel crucial de la reserva como ente catalizador del sistema hídrico de un territorio que no puede ser desprotegido, pero aceptando en rigor que la ciudad, los municipios vecinos, los desarrollos y actividades ya asentadas o el futuro urbanístico de Lagos de Torca, son una realidad que tampoco debe ignorarse. Si desde el comienzo se hubiera cumplido con la intervención que se pedía para el ecosistema, esto es, la inyección de billonarios recursos, esta discusión no tendría lugar. Pero no ha sido así y es urgente encontrar soluciones. La causa ambiental no puede tener ni dueños ni color político.

Gráfico av. boyacá

El tramo entre la 170 y la 183 que está en construcción, tiene retraso.

Foto: 

Archivo particular

Y para ello hay que comenzar por sincerar el debate. No es preciso decir que la prolongación de la Boyacá “atravesará” la reserva. O que se van a tumbar todos los árboles. O que se va a impedir el paso del recurso hídrico hacia el río. Obras civiles pueden convivir con el medio ambiente y el mundo está plagado de ejemplos.

Tampoco se puede argumentar que una vía terminará llenando de colonizadores la reserva. Al contrario, con tanta literatura sobre el tema y tantos expertos en la materia, lo que sin duda habrá es una normatividad clara de hasta donde es posible generar el necesario equilibrio entre desarrollo y medio ambiente. Eso sí: si esto queda en manos de la CAR, pues la incertidumbre será total, la entidad ha demostrado con creces que el tema le ha quedado grande.

Por desgracia, este debate se da en medio de la elección de nuevos directivos de esa entidad –y allí el Gobierno tiene mucho peso, lo cual augura una derrota segura para la Alcaldía–; estamos en plena campaña electoral, con unas relaciones rotas entre Bogotá y el Palacio de Nariño y con puntos de vista que más parecen sacadas de clavo. ¿Y mientras tanto? Pues nada, los ambientalistas seguirán defendiendo su causa y la definición de desarrollo sostenible seguirá siendo solo una frase de cajón.

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