El origen desconocido de los muñecos de año viejo en Colombia
El fin de año en Colombia nunca llega solo; un cúmulo de tradiciones, costumbres y ceremonias irremplazables vienen con él, y se mantienen imperturbables en el tiempo. Entre estas, se encuentra la quema de muñecos de año viejo, una práctica común y popular entre los colombianos.
De trapo, periódico, aserrín, atiborrados de ropa, gafas, ruanas y elementos característicos de la cultura de cada región, los muñecos de año viejo son más que una figura inerte e inmóvil. Son el alma de las fiestas decembrinas y una tradición que se niega a morir con el paso de los años.
“El concepto de años viejos viene de la influencia europea”, dijo Odi Gonzales, profesor de estudios latinoamericanos y andinos en la Universidad de Nueva York, en diálogo con el periódico ‘The New York Times’.
Por su parte, María Belén Calvache, especialista en política y tradiciones, agregó que existen registros en Ecuador: “Sobre todo la gente de Otavalo, que hacía una quema de viejos en diferentes fiestas de solsticio en diciembre, marzo y junio, en el que quemaban al señor feudal”.
De acuerdo con Calvache, los primeros años viejos se quemaron en el siglo XIX y representaban la culminación de la celebración católica que solamente duraba 10 días, del 28 de diciembre al 6 de enero. Era común ver a las personas con máscaras y disfraces en las calles. Ya el 31 de diciembre, un grupo de personas enmascaradas y vestidas de blanco sacaban a las calles muñecos de trapo enormes que representaban a ancianos borrachos y, posteriormente, los quemaban.
Tradición europea o ecuatoriana, la realidad es que en Colombia su origen nunca ha sido un impedimento de celebración; todo lo contrario, desde que se esparció en territorio antioqueño, no ha hecho más que acumular personas que queman la figura como un símbolo de desechar las aflicciones del 2022 y pedir una mejor suerte para 2023.
Tradición europea o ecuatoriana, la realidad es que en Colombia su origen nunca ha sido un impedimento de celebración; todo lo contrario, desde que se esparció en territorio antioqueño, no ha hecho más que acumular personas que queman la figura como un símbolo de desechar las aflicciones del 2022 y pedir una mejor suerte para 2023.
Aunque no existen registros exactos de la aparición de los muñecos de año viejo en Colombia, sí hay una cosa que no se puede negar: Antioquia es uno de los departamentos que con más ansias espera la llegada de la temporada decembrina, y no precisamente para comer o abrir regalos, sino para ‘alejar las malas vibras’ de la mano de la popular figura de trapo, periódico o aserrín.
Otoniel Gallego es, por ejemplo, uno de los innumerables antioqueños que, por estas fechas, suele comercializar muñecos de año viejo. En diálogo con EL TIEMPO el año pasado, rememoró sus inicios en esta tradición que comenzó a temprana edad.
“Esas son cosas que le van viniendo a uno, eran mentando dizque el año viejo, que hay que quemarlo y yo: ‘¿Pero quemar qué? ¿Cómo van a quemar muñecos? Hay que hacer’. Comencé con uno así pequeño y ya me puse a hacerlos, con un señor que se llamaba don Francisco. Ya todo el mundo hace, eso es mundial”, contó Gallego, quien en el 2021 tenía 75 años y sacó en una semana 42 muñecos para vender.
Si bien esta costumbre se ha popularizado entre los habitantes del departamento antioqueño; Nariño, Putumayo, Cauca, Tolima, Huila y Quindío también poseen un amplio inventario de muñecos de año viejo, de los que hacen todo un espectáculo el 31 de diciembre.