“Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.” Daniel 10:12.
Este pasaje expresa dos cosas: 1) la necesidad de entender (conocer) a Dios y 2) la de humillarnos delante de él luego de conocerlo.
Jesús sabía el poder de estas dos cosas cuando dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
La vida eterna se esconde en el conocimiento del Dios altísimo, y solo los verdaderamente inteligentes lo han podido experimentar (Proverbios 9:10).
Pero Daniel puso un ingrediente adicional: diligencia. “No temas”, le dice Dios al profeta, “porque desde el primer día que dispusiste tu corazón…”.
Disponer nuestra mente, voluntad y emociones para buscar el rostro de Dios. Luego entonces serán oídas nuestras peticiones ante Dios.
La palabra dice: “Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Mateo 7:7-8) y esto solo viene tras una comunión íntima con el Señor.
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