Jue. Jul 25th, 2024

Falleció la escultora Sophia Vari, esposa del maestro Fernando Botero.

Lo se podía morir antes”, dice el galerista Luis Fernando Pradilla. Sophia Vari llevaba mes y medio internada en una clínica; llevaba luchando contra un cáncer desde hacía siete años y sus fuerzas empezaban a menguar, pero necesitaba celebrar el cumpleaños 91 de Fernando Botero y estar segura de que miles de personas se encontrarían con sus 12 esculturas monumentales en Park Avenue, en Nueva York. La exposición se inauguró el pasado 29 de abril. Y Vari murió ayer, 5 de mayo, a las 3:30 a. m., en Montecarlo.

 
 

Sophia Vari fue la esposa de Fernando Botero durante casi medio siglo; se casaron en 1978, pero se conocieron unos años antes. Ambos todavía estaban casados; su primer esposo, Jean Bouboulis, era un hombre de negocios griego y tuvieron una hija, Ileana, que hoy también maneja su obra. Su único nieto, Pierre, estudió Física nuclear y siempre tuvo una relación estrecha y generosa con los hijos de Botero, Juan Carlos, Fernando y Lina.

“El regalo más grande que me ha hecho Fernando son sus hijos y su familia, porque yo siempre añoré tener una familia grande. No lo logré por mi divorcio y por la salud. Tuve únicamente a mi hija Ileana, a la que adoro, pero ahora tengo la oportunidad de tener otros hijos con sus familias maravillosas, con quienes disfrutamos encuentros muy gratos, momentos felices, compartiéndolo todo”, dijo Vari en la revista Credencial.

El apellido original de Vari era Canellopoulos, pero se lo cambió porque no quería que la relacionaran con el poder empresarial y político de su familia en Grecia. También –como Botero– era una rebelde. Vari es el nombre de la ciudad en la que nació, a solo unos kilómetros de Atenas.

Las personas que los conocieron de cerca siempre destacan su inteligencia, su frescura y su elegancia; era –de alguna manera– el vínculo de Botero y el resto del mundo. Era su interlocutora y su principal apoyo vital, “era más que una compañera; era el alma y el corazón de Fernando”, dice Pradilla. Ambos desarrollaron su obra de manera paralela y tuvieron talleres en París, Pietrasanta, Mónaco y Nueva York (donde, entre otras cosas, hay una escultura suya en el lobby del hotel Hilton en la avenida de las Américas).

Vari era poliglota. Hablaba con total fluidez francés, italiano, griego, inglés y español; con Botero hablaban en francés y español. “Nos conocimos en una comida”, recordó en una entrevista en El Colombiano. “Empezamos a hablar en francés porque yo no sabía ni una palabra de español, lo hablo muy mal, ahora me defiendo. Fue en París, algo muy clásico, una cena con bastante gente, una gran mesa. Yo conocía poquísimo su obra, casi nada. Conocí primero al hombre antes que al gran maestro y luego pasó bastante tiempo porque yo tenía problemas que resolver y él también. Él se divorció y yo también”.

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Vari expuso sus trabajos varias veces en Colombia.

Foto: 

Archivo EL TIEMPO

Vari nació en Grecia; creció en Suiza –donde se estableció su familia en los años 40, después de la explosión de la Segunda Guerra Mundial– y se formó como artista en Londres y París. Estudió Bellas Artes en L’École des Beaux Arts de París; tuvo más de un centenar de exposiciones en diferentes partes del planeta, y sus esculturas públicas se exhiben de manera permanente en las calles de Madrid, Roma, París, Atenas, Pietrasanta y Cartagena de Indias.

Su obra se caracteriza por unas particulares figuras geométricas y unas potentes explosiones de color en medio de la sensualidad de sus formas. Se nacionalizó colombiana y alguna vez confesó: “Me gusta todo lo colombiano. La comida, los paisajes, la montaña, el aguardiente. Hasta lo caótica que es Colombia…”. También tuvo momentos poéticos y describió las montañas colombianas como “maravillosas esculturas colosales, posadas en la tierra”.

En una entrevista dijo que, en una de sus etapas como artista, recibió la influencia de Fernando Botero. “Antes de conocerlo sentía una gran admiración por él y por su trabajo. Entendí y me gustó su obra. Con el paso del tiempo todas esas influencias, incluyendo la de Fernando, se vinieron encima como un coctel y de ahí nació mi propio estilo”.

En esa misma entrevista también confesó que nunca, por principios, estuvieron en el mismo taller. “No quisimos compartir ningún estudio. El artista necesita su propio espacio. Su intimidad. Su silencio. Su propio humor”.

Botero y Vari se complementaban todo el tiempo, y ella confesaba que podían pasar horas hablando de una de sus obras. “Fernando Botero es el mejor crítico de mi trabajo y eso me ayuda a la hora de realizar mis esculturas. Es muy duro en sus comentarios, pero pienso que lo que nos ocurre es un milagro: es la más grande felicidad que he tenido en mi vida”.

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Una de las esculturas de Vari en Cartagena, donde expuso alguna vez.

Foto: 

Vari murió a los 83 años. Trabajó la pintura, el dibujo, el collage y, por supuesto, la escultura, donde se movió entre el bronce y el mármol. La joyería también fue una parte esencial de su producción y ella misma la definía como sus esculturas en miniatura. En un comienzo, su obra tuvo rasgos figurativos, “pero pasado un tiempo –confesó en su entrevista con Credencial– entendí que aunque el figurativismo es un paso indispensable para todo pintor, no era mi camino y que podía expresarme mucho más libremente a través de la abstracción”.

Villegas Editores publicó un libro monográfico sobre su obra. Fue una mujer discreta, pero en las páginas de su leyenda queda escrito que sir Winston Churchill hablaba con ella de acuarelas y pintura, y que una de las personas a las que animó a ser artista fue la diva María Callas.

Sus esculturas en Park Avenue, en Nueva York, estarán hasta el 31 de octubre de este año. Su familia y la de Botero se reunirán en Mónaco para despedirla.

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