Jue. Dic 19th, 2024

Voy y vuelvo| Bogotá, Petro y el metro

El presidente Gustavo Petro no se resigna. Ocho años después de haber ejercido como alcalde de Bogotá, sigue reclamando un metro subterráneo que no llegó a buen puerto durante su gestión y fue reemplazado por un sistema elevado que ya está contratado y en ejecución, y que candidatos y ciudadanos apoyan mayoritariamente.

Pero hoy, como máximo jefe del Estado, el presidente Petro está dispuesto a demostrar que una cosa era ser alcalde y otra Presidente. Esta semana se reunirá con su homólogo chino, Xi Jinping, y uno de los temas que abordarán será, sin duda, la posibilidad de que ese Gobierno avale una modificación del contrato y, por ende, del trazado de la primera línea para que el constructor -empresa China, por supuesto- dé un giro importante para que un tramo de la obra sea subterráneo.

Xi Jiping sobre el metro de Bogotá

Xi Jinping, presidente de China refiriéndose sobre el metro de Bogotá

Foto: 

Mauricio Moreno. El Tiempo / EFE

Como todo lo del Presidente, el metro se convirtió en un símbolo, el símbolo que evoca su mayor apuesta y también su mayor frustración en la alcaldía. Hoy quiere recoger los pasos y ha convertido ese símbolo en un punto de honor que está dispuesto a defender, apelando hasta el último argumento legal y sin reparar demasiado en los billonarios sobrecostos ni en la década que nos tomará concluir la obra.

Lo importante es demostrar que cuando se es Presidente es posible cambiar las cosas, en este caso, para resarcir el daño que, a su juicio, se le hizo a la ciudad con el metro elevado. ¿Y por qué la obsesión? Porque el Gobierno pone el 70 por ciento de los recursos. Y está dispuesto a sacar del bolsillo de los colombianos otros 10 o 15 billones adicionales con tal de ‘subterranizar’ la primera línea a lo largo de la avenida Caracas, con lo que, al contrario de lo que bien advierte el exsenador Jorge Robledo y hoy candidato a la alcaldía, los alcaldes sí pueden terminar convertidos en subalternos del Presidente.

La alcaldesa Claudia López, que esta semana abrió la licitación para la segunda línea del metro, ha defendido a capa y espada la primera línea, y ha intentado convencer, sin éxito, al Presidente para que desista de la idea y se la juegue por futuras alternativas subterráneas. La última respuesta de Petro fue que se hará lo que se acuerde con el Gobierno chino esta semana.

Lo que viene es la incertidumbre. La mayoría, por no decir la totalidad de los candidatos, se oponen a replantear la primera línea. Solamente el candidato del Presidente, Gustavo Bolívar, ha expresado que de llegar a ser alcalde hará lo que esté acordado el primero de enero. Por otro lado, ya no habrá alcaldesa para seguir oponiéndose a los deseos presidenciales.

Si no es Bolívar el alcalde, sino cualquiera de los demás candidatos, entonces lo que sigue será una tensa relación entre el recién elegido y el Gobierno Nacional, empeñado en modificar un contrato de una obra en ejecución, mientras el nuevo mandatario de los bogotanos insistirá en el trazado actual.

Aquí, como vemos, la única que no será consultada será la ciudadanía. O tal vez sí. Vale la pena recordar las palabras del presidente Petro cuando ha exigido, públicamente, respetar la voluntad ciudadana expresada en las urnas. En este caso, atender la voluntad del electorado de Bolívar, por ejemplo, no podría ser distinto a lo que digan los de Galán, Oviedo, Molano y demás.

Si la gente opta por alguno de ellos, ¿en dónde queda esa expresión ciudadana de seguir con la primera línea tal como está?

La gente lo ha dicho en las encuestas: quiere que lo que se empezó a construir se termine. Ya esperaron 70 años para tener un metro que se está ejecutando, lleva un avance del 25 por ciento, fue avalado por la banca mundial, está blindado contra fenómenos de corrupción, surgió de un proceso lícito y transparente, pero que ahora asiste indefensa a una puja de poderes.

Para quienes vivimos en Bogotá, no deja de ser frustrante el cúmulo de iniciativas que se ven mediadas por las coyunturas políticas antes que por las necesidades humanas. La ciudad requiere del Gobierno apoyo, comprensión y un decidido compromiso de sacarlas adelante. No solo por ser sede de los altos poderes, sino porque Bogotá ha sido y sigue siendo generosa con el país: en generación de empleo, en generación de riqueza, en apoyo a la población migrante, en innovación, productividad y competitividad.

De lo que se trata es de remar para el mismo lado. Infortunadamente, hoy ya son varios los proyectos que no encuentran consenso en el Ejecutivo. Y eso que allí hay varios exfuncionarios de Bogotá que dejaron la piel por esta ciudad en su momento y, en un ejercicio de escenarios para la ciudad del futuro, se comprometieron a un diálogo constructivo para sacarla adelante. ¿Qué pasó?

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