'Sound of Freedom', 'La última tentación de Cristo' y otras películas ‘peligrosas’
¿Qué hace que una película sea polémica? ¿Dos personajes del mismo sexo besándose en un blockbuster para niños? (Lightyear) ¿Una mujer grotesca que acepta el reto de comer popó de perro para ser la más asquerosa de su ciudad? (Pink Flamingos) ¿Dos superhéroes de Marvel que tienen sexo en la playa? (Eternals)… podemos continuar hasta el infinito y más allá en busca de escenas que dejaron molestos, sin aliento o asqueados a sus espectadores más conservadores.
Pero, ¿ha habido títulos capaces de remover conciencias, generar revoluciones o destapar escándalos impensables? Sound of Freedom, una película sobre la trata de niños, rodada en buena parte en Colombia, es la nueva piedra del escándalo y se suma a toda una tradición de filmes que revientan la taquilla y se ponen en boca de todo el mundo. Aparentemente solo se necesita un tema y una buena cinematografía; pero hay mucho más.
Los ‘pecados’ de Cristo
La Iglesia Católica ha sido una de las instituciones más apaleadas y dejadas en evidencia en el cine. Varias cintas han abordado sus pecados: El nombre de la rosa –en la que monjes de una abadía morían envenenados por leer textos prohibidos en pleno medioevo-; la ganadora del Óscar Spotlight (En primera plana, en español) que ficcionó la historia real de los periodistas y editores del Boston Globe que tras una rigurosa investigación revelaron el encubrimiento del abuso sexual de menores por parte de esta institución, o El club, del chileno Pablo Larraín, que relata el exilio de cinco sacerdotes acusados de pederastia y sus impactantes conversaciones acerca de sus culpas. Y en la tercera parte del Padrino el Vaticano se presenta como un nido de ratas, tramposos y asesinos (¡matan al Papa!) con lazos non sanctos con la mafia.
Pero todos fueron escándalos menores al lado de La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, de 1988. El filme se convirtió en el ícono del sacrilegio al poner en la pantalla a un Jesús que lejos de lo divino navega hasta los límites de su humanidad. Su imagen se plantea como objeto político de sus tiempos, pero lo más rimbombante e inolvidable del metraje son los 10 minutos de sexo que Jesús –un tremendo Willem Dafoe- tiene con María Magdalena (Barbara Hershey).
La película, basada en la novela de Nikos Kazantzakis y adaptada por Paul Schrader –el mismo guionista de Taxi Driver-, muestra el miedo, la depresión, la lujuria y la ira que siente el Mesías al ser enviado a un lugar que desconoce para ser sacrificado. Fue un milagro que la cinta viera la luz, dadas las condiciones para conseguir su presupuesto. “Consideré que se trataba, en cierto modo, de una señal religiosa, que Dios había dicho que yo no estaba preparado para hacer la película y necesitaba sufrir más humillaciones. Es cierto, estoy convencido de ello”, dijo Scorsese en una entrevista de 1994.
Fue tal la reacción y la furia desmedida de algunos sectores extremos del catolicismo que, en París, intentaron prender fuego a una sala de cine. “No recuerdo ninguna otra película religiosa que me haya desafiado tan completamente. Ofendió a aquellos cuyas ideas sobre Dios y el hombre no están reflejadas. Pero, en fin, también lo hizo Jesús”, escribió en su momento el crítico de cine y ganador del Pulitzer Roger Ebert en su columna del Chicago Sun-Times.
El fascismo y los ‘héroes’ del Ku Klux Klan
Cuando se habla de los grandes clásicos del cine, además del ‘Ciudadano Kane’ o ‘Lo que el viento se llevó’, figura ‘El nacimiento de una nación’, de D.W. Griffith, de 1915. Considerada como una clase magistral desde lo audiovisual, la cinta reflejó a un país obsesionado con la supremacía blanca y que auspiciaba el racismo y la esclavitud; sus escenas más emblemáticas tienen el halo fantasmal de los miembros del Ku Klux Klan pintados como héroes. El asunto fue tan lejos que no se estrenó en varias ciudades de Estados Unidos para evitar que la brecha entre negros y blancos aumentara y que el tema pasara a ser un asunto de seguridad nacional.
En algunos casos, los mensajes de las películas han sido tan fuertes y profundos que son consideradas como emblemas de la crítica a un régimen político. Sucedió con la repulsiva Saló o los 120 días de Sodoma, de Pier Paolo Pasolini, un director que no tenía puntos medios al plasmar su visión crítica contra el sistema, la represión sexual, el poder, la burguesía, la política o la iglesia. Esta vez, su voz se alzaba contra las atrocidades de los nazis durante la ocupación italiana y los crímenes y la opresión del fascismo a través de repugnantes escenas de orgías, violaciones, tortura, asesinatos, desmembramientos, y escatología en todas sus proporciones.
“Es una de las películas más perturbadoras que he visto nunca, pero no debido a lo que se muestra (la mayor parte de la violencia está implícita), sino por la naturaleza de sus temas: la corrupción, la violación y el asesinato de la juventud -escribió el actor James Franco en un artículo que publicó sobre Saló en la revista Vice- (…) La historia parece una irónica acusación a la autoridad que, según él lo ve, han asumido el papel de unos torturadores incontrolados”.
Una violación salvaje
Las escenas de violaciones siempre han sido impactantes y escandalosas; si son justificadas o no, esa es otra historia. Pero más allá de esas consideraciones, algunas secuencias de violencia física generaron hondas discusiones acerca de sus repercusiones dentro y fuera de la pantalla.
El francoargentino Gaspar Noé es especialista en estas tramas. Irreversible es tal vez su relato más reconocido y controversial: la vulnerabilidad de la actriz Monica Belucci tirada en el suelo boca abajo, mientras la violan con violencia en un desolado túnel a mitad de la noche, es insoportable. La escena da vueltas en la cabeza durante semanas. ¿Por qué? ¿Para qué? Los asistentes al Cannes del 2002, donde se estrenó el metraje, señalaron que no habían visto algo tan explícito a lo largo del festival. Un periodista de BBC reseñó: “Puede que muchos encuentren el filme como gratuitamente violento y crudo, pero consigue ser un buen ejercicio cinematográfico de cómo llevar la crueldad humana hacia el mayor de los límites insospechados”.
En el cine, algunos relatos han traspasado las barreras de la realidad y la ficción, como le ocurrió al cineasta Stanley Kubrick cuando estrenó de ‘La naranja mecánica’. La secuencia de la violación de una mujer en su casa –donde vive con su esposo, un artista en silla de ruedas que es golpeado y que presencia el acto-, con Cantando bajo la lluvia como tema de fondo, generó todos los estupores y comentarios posibles.
La idea de Kubrick fue siempre la de hacer una crítica social a través de la sórdida vida del protagonista, Alex DeLarge, un joven incontrolable y ultraviolento a quien su familia y las instituciones le han malcriado al punto de hacer caso omiso de sus terribles faltas. Pero facciones de la sociedad que se sintieron ofendidas (o aludidas) lo amenazaron de muerte a él y su familia, por lo que el estreno en cines de La naranja mecánica fue limitado y más bien discreto.
El caso de El último tango en París, de Bernardo Betolucci y con el siempre polémico Marlon Brando, es aturdidor: las denuncias de la protagonista Maria Schneider, años después del estreno, dejaron boquiabierto al mundo que con morbo había buscado hasta el cansancio la forma de ver la controvertida película, censurada especialmente por esta escena. Resulta que la actriz, entonces de 19 tiernos años, había sido engañada por el director y el actor (de 48) para consumar la famosa secuencia de la mantequilla (su personaje es violado usando este alimento). El abuso no era fingido y los gestos de dolor de la Schneider eran más que reales. Cuando se supo la verdad, muchas organizaciones de mujeres apoyaron la denuncia y aunque Bertolucci y Brando ya habían fallecido quedó en el ambiente el testimonio de horror de esa toma única grabada en un sucio apartamento de la capital francesa.
Los niños colombianos de ‘Sound of Freedom’
En las últimas semanas, Sound of Freedom (Sonido de libertad (su traducción del inglés) un crudo relato cinematográfico sobre una red de explotación sexual de niños se ha convertido en un arma poderosa de la extrema derecha estadounidense, que ha decidido acunarla como ejemplo de los vejámenes de los miembros de grupos de izquierda, actores de Hollywood y hasta políticos del partido Demócrata que, supuestamente, promueven la pedofilia. Los acérrimos seguidores de Donald Trump y de las teorías conspirativas de QAnon aseguran que la película es una prueba del horror de las orgías de los demócratas en las que, en su mente, violan niños, los dejan sin sangre y la utilizan para extraer una misteriosa sustancia (adrenocromo) que los hace prácticamente inmortales; alquimia pura.
Teoría retorcida y no comprobada, de la cual los productores y actores –Jim Caviezel, Mira Sorvino, Eduardo Verástegui, todos ultracatólicos confesos- han intentado desligarse a gritos. El filme dirigido por Alejandro Monteverde ha sido golpeado por el escándalo, que casi siempre es sinónimo de ‘taquillazo’. Sin embargo, una fracción de público ha expresado su molestia por su asociación con la extrema derecha.
Eduardo Verástegui, el mexicano que hace 15 años dejó el cine comercial por dedicar su vida a Dios (dicen que se mantiene casto desde esa época), vivió en carne propia el hecho de estar en la mitad de una batalla conspirativa. “Había mucha gente y sigue habiendo mucha gente que no quiere que esta verdad salga, que esta película salga. Esto es un problema global. Hay mucha gente involucrada en este crimen, en todos los sectores. Me han amenazado muchos veces, me han tratado de que parara el proyecto muchas veces, pero para mí esos son señales”, contó en sus redes sociales. “¿Qué te puede pasar? ¿Qué es lo peor que te puede pasar? ¿Morir? Todos vamos a morir tarde o temprano, solo es cuestión de tiempo, aquí la pregunta es ¿para qué moriste?, ¿a quién serviste? Entonces esta es una buena causa”, agregó.
‘Sound of Freedom’ está inspirada en la historia real de Tim Ballard, un ex agente de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que se sumergió durante varios años en el mercado de la trata de personas y organizó tres operaciones en Colombia –específicamente en Cartagena- para desmantelar estas redes criminales y salvar la vida de al menos 123 niños. La película llegará a los cines del país el próximo 31 de agosto, precedida de unas estupendas cifras de boletería (ya supera los 100 millones de dólares). En Colombia, la opinión sobre su estreno está dividida, pero con seguridad muchos llegarán al teatro siguiendo más los ecos de la controversia que por los actores o la historia.